Tembló cuando sucedió el beso, la niña que ahora recuerdo
con dificultad. A veces su boca está pintada, otras no. Ardua e inútilmente
busco restaurar todo aquello. Así temblará, creo yo, cada vez que un hombre
acierte, en su exaltación o agonía, su verdadero nombre. Sé o pretendo saber
que en el momento aquel también temblé yo. Ella que abrió su boca y atrapó su
justo nombre en mi boca, a su vez, me reveló el alfabeto, el otro, el misterio,
con el que se cifraron los besos de
cleopatra, magdalena y anaïs nin.
Dentro de mucho tiempo, un tiempo equidistante, otros
sabrán, o saben, de nuestro beso. Y en
el ayer aún la alquimia sucede por vez primera.
Sebastián Ariel Rodríguez (autor)
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