miércoles, 5 de septiembre de 2012

Ojos Dorados


Un extraño  tiempo,  su cara, la del tiempo, trascurría en la cara de Elena. Yo entonces jugaba, tenía sueños audaces, ella me veía y a su vez también soñaba, quiero creer, sueños semejantes. Sus ojos eran, en ese tiempo extraño, dos manzanas de Idunn, así los veía, anclarse en los míos, cada mañana. La muerte ocurría en otros mundos, acaso fuese un rumor, una mitología. Un día fatal, no supe más de ella, las malas noticias comenzaron a ser crecientes. Supe, a mí pesar, que las manzanas doradas pertenecen a otro mundo, mas no la muerte. El tiempo, ahora vulgar, sucedería en otras caras, aún la mía, dramáticamente. No he tenido, desde los tiempos de Elena, ambiciones más elegantes.
Hoy he resuelto cumplir con mi destino de gigante, me tornaré en águila, e iré, tras los ojos de Elena, no importa en qué cara hoy se encuentren. Y moriré. Lo saben todos en Asgard.


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