sábado, 14 de mayo de 2011

¿Quiénes son ustedes?



Ahí estaba yo, frente a frente a una imagen imposible hasta ese momento. Todos los que allí estaban ninguno vio nada, todos pertenecían a esa imagen absurda y monocorde. Amigos, devenidos en detractores, anónimos bultos de una masa estúpida, iban a ser personas inteligentes, suponía yo en un pasado que ahora me duele traer a mi boca. Algunos fueron heroicos músicos y poetas, otros guerreros que morían en sus guerras por las noches y, con las armas aún en las manos, renacían con el alba; aquel que está ahí, con cara de gatito, por ejemplo, hace unos años era un jaguar, un depredador nunca satisfecho, ahora mendiga su alimento. Todos son imposibles, me resultan a mí un cuadro que fue hermoso, un lienzo de batallas épicas con protagonistas eternos, y ahora los personajes pintados en ese cuadro ni están en el cuadro, ni tienen esos colores, por el pintor, elegidos con excelencia y pasión y rebeldía. Todos están cobrando un sueldo, una dadiva, algo humillante para hombres que han sabido abordar a las mujeres como barcos y saquear de sus escotes y entrepiernas las riquezas más adorables. Se han vuelto viejos siendo tan jóvenes, se han vueltos tan poco sabios para ser tan viejos. He resuelto, luego del espanto de verlos ahora, que yo a estás personas no las conozco. Claro, esto ocurre porque este es un café que no admite hombres y mujeres que han sido, es un café que contempla sólo la entrada de personas ajustadas milimétricamente al tiempo que es ahora. Me voy, sin despedirme, claro está, ya he dicho que no conozco a éstas personas. Sé de un bar, no lejos de aquí, dónde acuden algunos pretéritos, voy decidido a jugarme el ahora en cualquier aventura ya sucedida. Sin más, mi juventud va a encontrarse con otras juventudes, no les diré, seré bueno, que mañana, tristemente, jugaran a seguro y cobraran un sueldo, seguramente.