viernes, 20 de julio de 2012

Esa copa de besos


Nunca habría bebido yo de esa copa de besos de haber sabido que cada gota era más cercana al destierro que a la cicuta; aún así vaya para Esculapio, un gallo. Nunca, le estoy diciendo y escuche y preste atención, habría bebido, fue de un genial único sorbo, de esa boca cargada hasta el borde de besos, mi suicidio maravilloso no pudo ser, de haber yo sabido que me estaba bebiendo inconciente ese grano de arena que se cuenta es el desierto. Nunca, pero nunca, le juro y entiéndalo bien, habría yo besado aquel beso, mordido su copa, romperme la boca contra esa calle colmada hasta el borde de ausencias, de haberme enterado que no podría ir jamás a otro lado, que pasaría las noches vagando errante por la calle que le cuento está usted y todas ésta multitud de ausentes, y nadie más, vea no hay nadie más, y no cabe un alma más, ¿cómo se explica esto señor?.