sábado, 11 de junio de 2011

El Futuro es una huella



Mi psicóloga me ve, me ha estado analizando, componiendo con la sinécdoque de cada miércoles, ese día es la sesión, un borrador de mí; de aquel de entonces, que ya no existe pero existió, y ha dejado unas pistas, por decirlo de algún modo, de algo que debería ser una serie lógica. Yo ignoro, pero supongo que ella tiene, por los datos que creo ha adquirido, pocas probabilidades de acertar la cifra que lógicamente continúe la serie. Seguirá indagando, se le percibe una constancia del orden de predatorio, por tanto en la resolución de las arduas tramas de la mente está, sin duda, en juego su deseo. Yo la observo y pienso o me pregunto, ¿cuántas veces me ha visto por primera vez?.
He sido cada miércoles un paciente, no otra cosa, mi rol y el suyo de principio quedaron definidos, he sido un hombre de un día miércoles a las cinco de la tarde, y eso en rigor son todos mis pretéritos que ella maneja, y superpone, mezcla, y compara, ¿pero qué hay de los otros días?. Le debo esos datos, las cifras que son los restantes seis días de la semana, hace ella, es justo decirlo, mucho con muy poco, yo soy tantas cosas, es decir, sólo una para siete vidas, no es una errata, no quise escribir la palabra “días”. Condicionado por la materia y yo interpelando la materia, y modificándola a su vez en siete momentos singulares, de cada semana que es única y diferente, y aquí el oxímoron, a las otras semanas que son todas elegantemente simétricas. La inteligencia manda que este movimiento que daré lo tenga yo perfectamente registrado, ¿para qué?, muy simple, para cifrar en el futuro besos como huellas, y siendo que huellas y futuro son términos contradictorios, entendido así en el lenguaje, entender además que hay algo que no contempla lengua alguna, que el futuro es una huella, y se entenderá mejor cuando mi narrativa en presente continuo sea un pretérito hoy indefinido.


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